Sin trama y sin final es el título de un pequeño ensayo de Anton Chéjov a propósito del arte de escribir. En este blog se publicarán relatos de menos de doscientas palabras. Quien se atreva podrá mandar su obra a nuestra dirección de correo electrónico: sintramanifinal@gmail.com. Espero que hagamos una buena colección entre muchos.



25.3.11

Cariño.

por Petrarca

De buena mañana, una mujer joven va por la calle empujando el carrito de su hijo de tres o cuatro años. Hace frío y justo cuando paso cerca de ellos la mujer deja de empujar, se adelanta al carro, se agacha a la altura de su hijo y comienza a arreglarle ordenadamente la chaqueta. La estira por debajo, la recoloca por arriba y, finalmente, le da al niño un cálido y prolongado beso en su mejilla izquierda. Al apartarse los rostros, el niño mira extrañado a su madre:

-No te vayas -le suplica.

Ella sonríe.

-No me voy, cariño. Te he dado un beso porque me ha dado la gana.

18.3.11

Adiós.

por J. P. Lázaro.

Decidió, al fin, que nunca más volvería a verla, pero a ella le pareció lo lógico.

11.3.11

Noticia.

por Arrecogiendobellotas.

Llevaba rato sentado en su sillón de lectura, gigantescas estanterías le rodeaban repletas de libros, mezcla perfecta de olor a madera, cuero y papel. Levantándose con una agilidad impropia de su edad, se dirigió hacia la que contenía varias ediciones del Quijote y cogió un ejemplar, ni el más lujoso ni el más caro. Sobre la austera mesa de trabajo lo abrió y en la primera hoja que aparecía en blanco comenzó a escribir. Se podía escuchar el rasgueo relajante de la vieja pluma Parker.
Enroscó el tapón, guardó la estilográfica en el bolsillo interior de su chaqueta y el volumen del Quijote en un pequeño maletín de color impreciso, donde llevaba algo de ropa cómoda y la bolsa de aseo. Frente al gigantesco espejo del recibidor se retocó el nudo de la corbata. En la mano izquierda la pequeña maleta, en la otra el bastón. Sin mirar atrás, con paso lento y elegantemente medido, Sebastian Foeder salió de su casa.
Los libros sólo cuentan que el cinco de febrero de mil novecientos ochenta y uno el prestigioso artista desapareció.
No deja de ser una clase de fortuna conocer cuál es la hora de retirarse. Como un viejo elefante.

4.3.11

Vueltas.

por Jlin.

Diez años dando vueltas a la manzana y nunca dio signos de cansancio. La gente se había acostumbrado a verlo pasar, cada veinte minutos una vuelta,  puntual como un reloj marcando las horas. Al principio le tomaron por loco, que menos. Luego le adoraron como parte de su rutina. Armando, el camarero, le tenía preparado un café con ensaimada todos los días a las ocho en punto. A la vuelta siguiente recogía el periódico en el quiosco de Pepe, lo leía en un par de giros y lo devolvía. A gritos comentaban la jornada de Liga o las principales noticias del día. Gran tipo ese Pepe que nunca le cobró un euro por leer la prensa. Los de la casa de comidas para llevar, aprovechando el tirón de su popularidad, le daban de comer y cenar. En la tienda de deportes le surtían de zapatillas que cambiaba con maestría sin detener su inexorable marcha. Así con todo. Hasta dormía caminando mientras alguien le cubría con una manta para protegerle del frío. Le querían. Su inexplicada ausencia cambió la vida del barrio. Cerraron negocios y la gente su marchó. Sólo Armando siguió preparando su café con ensaimada recordando tiempos mejores.

1.3.11

Ella.

por Blanca Gallego Luquero
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Cuando la vi por primera vez me daba la espalda, pero su culito respingón y ese movimiento de caderas me hicieron saber que no era totalmente ajena a mi presencia. Para mi fue amor a primera vista. Sin remedio ya cuando, en nuestro segundo encuentro, encontró la manera de frotarse a mí como una hembra en celo. Sus ojos de caramelo tostado y la suavidad de su melena entre morena y pelirroja hicieron el resto.

La primera vez que vino a casa para quedarse a dormir, la llevé, por prudencia, a la habitación de invitados. Pero prefirió la mía. Desde entonces compartimos dormitorio, pero nunca cama.

Alegre y caprichosa, siempre fiel y a veces terca, con una paciencia sin límites o una rabiosa impaciencia, según las circunstancias, ha sido mi compañera de correrías y aventuras, con una entrega sin reservas. Además, dulce y cariñosa, nunca cuestiona lo que digo ni lo que hago. Podéis pensar que no me la merezco, yo también lo creo.

Su mirada de adoración y sus húmedos besos han sido un bálsamo en los peores momentos de mi vida.

Así es ella, todo eso y mucho más. Mi perra, feliz simplemente por estar conmigo.