Sin trama y sin final es el título de un pequeño ensayo de Anton Chéjov a propósito del arte de escribir. En este blog se publicarán relatos de menos de doscientas palabras. Quien se atreva podrá mandar su obra a nuestra dirección de correo electrónico: sintramanifinal@gmail.com. Espero que hagamos una buena colección entre muchos.



30.4.11

Vuelta a casa II.

por J.P. Lázaro

No soñaba. Estaba obligado a dejar de hacerlo. Pudo sentirlo aún en el otro lado. Pudo sentir lo definitivo de aquellos últimos instantes plácidos que debía dejar atrás urgentemente. Bajarse en marcha, saltar sobre suelo firme a pesar de los riesgos. Asuntos pendientes afuera. 

Pudo abrir los ojos, aún atrapado en  una voluntad que sentía prestada. Pero en la habitación de ella, recordó sobresaltado. Y del otro él. Explicablemente solo sin poder explicárselo primero. Enseguida sin querer explicárselo. Dudó entre desperezarse con urgencia y esperar un poco para reunir fuerzas antes de emprender la huida necesaria.  Tenía que salir de allí cuanto antes. Y con los pies en el suelo ya no pensó más: actuó deprisa, ya plenamente consciente se vistió, de manera atropellada recogió del suelo los cristales rotos aunque evitó cortarse con ellos,  y apenas tuvo que alisar un poco la colcha sobre la que había amanecido. La acción se desarrolló ligera hasta llegar a un punto a partir del cual ya sólo quedaba salir de allí para no haber estado nunca.

24.4.11

Me atrevo a decirte esto en doscientas palabras.

por The driver.

Me atrevo a decirte esto en doscientas palabras. Doscientas…, es tan poco si te lo pones a pensar. Es menos de lo que esperaba, menos de lo que pienso que necesitaré. Menos de lo que alcanza y definitivamente, menos de lo que te merecés.
Doscientas palabras es poco, ya lo sé, ni me lo digas. No te alcanza y me desespera. Me desespera pensar que, al igual que hoy y mis doscientas palabras, jamás he sido suficiente. Que siempre me que quedado corta, que nunca llegué a ser lo que pensaste que sería, que pretendías más, y en tanto pretender, desear, pedir, rogar a veces, no he podido colmar tus expectativas.
No, no, claro, está claro que no significás simplemente doscientas palabras, si no, no intentaría decirte lo que planeo decirte, no tengo más, quisiera más, pero es todo lo que tengo. No me presiones, ¡por Dios!, no me presiones.
“Prometo que algún día escribiré sobre esto”.
(Inserte aquí su canción melancólica favorita, la mía, él la sabe bien)
Se produce entonces un silencio que sofoca, que asfixia, que de a poco va matando, va marchitando  la realidad cercana.
“Esto es raro, sólo necesité siete, pensé que serían más”

15.4.11

Conversación silenciosa.

por Sybila Layna


Tenía por delante un día complicado. Se encerró en sus pensamientos mientras iba andando por la calle con sus hijos cogidos de la mano. Uno a cada lado, el paso firme y apresurado. Dispuesta a encarar el día. Notó un “clic”, un apretón fuerte y rápido en su mano derecha. Devolvió  el apretón, “clic”, y sonrió. Pasó la corriente a su mano izquierda, hizo “clic” y notó como esa otra manita le devolvía el apretón. Sonrió de nuevo. La energía fluía a través de ellos mientras seguían jugando a "pasarse la corriente". Sus pequeñas manos le brindaron la conversación que necesitaba oír, una inmejorable conversación silenciosa, intensa y profunda.

9.4.11

El pozo.

por Jlin.

La leyenda entorno al pozo era tan antigua como la aldea y de aquella negra boca excavada en piedra se contaban todo tipo de historias. Un puñado de retorcidos y centenarios árboles moribundos rodeaban el círculo de piedra. Asomarse al pozo tratando de hollar su insondable negrura, era asomarse al interior de uno mismo. Unos se dejaban la cordura en el intento, otros, menos afortunados, la vida misma.
Jasón se aproximó con cautela mientras un escalofrío le recorría la espalda. El silencio, roto ocasionalmente por el crujir gimiente de los árboles, daba miedo por antinatural y el hedor proveniente del interior del pozo lo impregnaba todo. Avanzó indefenso, arrastrado por su propio deseo, respirando a duras penas bocanadas de aquella negrura que emanaban de la sima envolviéndole con su manto. Jasón creyó escuchar risas infantiles, macabras, a su alrededor. Frente a él se abría el pozo, más negro que la propia oscuridad. Tras él, un aliento gélido en la nuca le hizo cerrar los ojos. Del agujero ascendían tétricos crujidos, gemidos dolientes y gritos de puro terror que se elevaban inmisericordes helándole la sangre en las venas.
¿Cuánto tiempo duraría aquello? Horas. Minutos. La eternidad tal vez.

1.4.11

Paradoja.

por Chema Rodríguez.   

La población de reses bravas mayores de cuatro años estaba convocada a las urnas. Debían pronunciarse, en referéndum, sobre la supresión de la fiesta nacional, plasmada en el espectáculo denominado “corridas de hombres”.
     La campaña electoral discurrió de la forma más pacífica que pueda imaginarse, pues a los numerosísimos mítines convocados no acudió ni una sola res, por lo que los “mugidores” , partidarios de una u otra opción, no pudieron decir un “mu” a favor o en contra de las opciones sometidas a refrendo.
     El resultado fue espectacular, y digno, por su particularidad, de figurar en los anales de la historia de la democracia y de los tratados políticos: Cero votos para el sí, ningún voto para el no, no se registraron votos en blanco, ni tampoco votos nulos, toda la población optó por la abstención, siendo ésta la primera vez en la historia en la que se daba tal resultado.
     La población de reses, en lugar de ir a las urnas, decidió masivamente, mediante una especie de pacto tácito, permanecer en las dehesas y pastizales mugiendo sobre la complejidad de la “condición vacuna”.