Sin trama y sin final es el título de un pequeño ensayo de Anton Chéjov a propósito del arte de escribir. En este blog se publicarán relatos de menos de doscientas palabras. Quien se atreva podrá mandar su obra a nuestra dirección de correo electrónico: sintramanifinal@gmail.com. Espero que hagamos una buena colección entre muchos.



15.7.11

Maleta de lona gris.

por J. P. Lázaro.

No puedo ver mi maleta entre la gente que se agolpa alrededor de la cinta número cuatro.(...)

Así que la espero. Una vez más. Los viajeros me permiten acercarme a la cinta según recogen su equipaje. Varias decenas de personas que al poco son unos cuantos espectadores, menos cada vez hasta que sólo quedamos por allí el último de los equipajes y yo. No es mi maleta de lona gris. Es azul. De material rígido. Recorre solitaria el circuito mientras observo la sala, que ha quedado desierta.   Cuando vuelve a pasar a mi lado la tomo. La bajo al suelo y la abro. Hay un bolso dentro. Contiene efectos personales: documentación, dinero, fotos, llaves... Vuelvo a mirar la cinta, que continúa funcionando vacía de transporte. Echo el último vistazo a la sala.

En eso pienso ahora mientras miro a través de la ventana, mientras una mujer reclama mi atención con interés indecoroso, mientras un niño sentado en el suelo llora o, mejor dicho, me llora..., y pienso que alguna vez tuve una maleta de lona gris y pienso que no, que me llamo Javier Pérez Lázaro y que ese es el tipo que debería estar aquí ahora. Y  que no. Que no sé. Nada.

4.7.11

Rayuela.

por José Carlos Iglesias.
 
Conozco el camino hacia el CIELO. Dijo la maga, cerrando los ojos. Y  esa noche todos nos quedamos petrificados, como estatuas de sal. Como desfilan las ánimas del PURGATORIO. Llovía en París, aguacero de absenta y faroles a media luz que proyectaban sobre los adoquines figuras espectrales.  Las esquinas ululaban historias apócrifas sobre los moradores de la bohemia.Todas las sombras se dirigían en tropel al INFIERNO, pues  era el camino más corto hacia el éxito. La maga quiso hacerle una visita a Jim, el más bello y salvaje. Père-Lachaise quedaba lejos de allí, además, Jim aún no  había regresado de su último viaje a las puertas de la percepción.  En ese momento el mundo empequeñeció, y el argentino intentó perseguir el sonido hiriente de un saxo tenor que sonaba a lo lejos.  Los demás seguimos a lo nuestro: embadurnar paredes,  romper folios, beber la vida… Todos menos el ciego, él jamás sería capaz de atravesar la línea de sombra, de avanzar un poco más allá.