por Petrarca
De buena mañana, una mujer joven va por la calle empujando el carrito de su hijo de tres o cuatro años. Hace frío y justo cuando paso cerca de ellos la mujer deja de empujar, se adelanta al carro, se agacha a la altura de su hijo y comienza a arreglarle ordenadamente la chaqueta. La estira por debajo, la recoloca por arriba y, finalmente, le da al niño un cálido y prolongado beso en su mejilla izquierda. Al apartarse los rostros, el niño mira extrañado a su madre:
-No te vayas -le suplica.
Ella sonríe.
-No me voy, cariño. Te he dado un beso porque me ha dado la gana.