por Arrecogiendobellotas.
Llevaba rato sentado en su sillón de lectura, gigantescas estanterías le rodeaban repletas de libros, mezcla perfecta de olor a madera, cuero y papel. Levantándose con una agilidad impropia de su edad, se dirigió hacia la que contenía varias ediciones del Quijote y cogió un ejemplar, ni el más lujoso ni el más caro. Sobre la austera mesa de trabajo lo abrió y en la primera hoja que aparecía en blanco comenzó a escribir. Se podía escuchar el rasgueo relajante de la vieja pluma Parker.
Enroscó el tapón, guardó la estilográfica en el bolsillo interior de su chaqueta y el volumen del Quijote en un pequeño maletín de color impreciso, donde llevaba algo de ropa cómoda y la bolsa de aseo. Frente al gigantesco espejo del recibidor se retocó el nudo de la corbata. En la mano izquierda la pequeña maleta, en la otra el bastón. Sin mirar atrás, con paso lento y elegantemente medido, Sebastian Foeder salió de su casa.
Los libros sólo cuentan que el cinco de febrero de mil novecientos ochenta y uno el prestigioso artista desapareció.
No deja de ser una clase de fortuna conocer cuál es la hora de retirarse. Como un viejo elefante.
Sólo algunos pocos reconocen el momento justo para retirarse.
ResponderEliminarTe felicito, me ha gustado mucho.
¡Me ha encantado! Si señor. Difícil saber cuando retirarse y más difícil aún saber hacerlo con la discreción debida. Un saludo
ResponderEliminarBueno, no deja de ser una suerte saber retirarse, pero tampoco deja de ser triste. No sé... me ha dejado cierto sabor melancólico.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho la noticia propiamente dicha. Así, sin entrar a valorarla.
J. P. Lázaro.