(Blog El zorro volador)
Tomábamos unas cañas de mediodía cuando la luz que entraba por las ventanas del bar se intensificó hasta dejarnos ciegos. Sorpresa aparte, no sentimos dolor. Una vez recuperada la visión, nos encontramos entre una muchedumbre desconcertada, cuyo murmullo iba en aumento. Estábamos sobre un acantilado. Las olas al romper sonaban como artillería pesada, sin embargo, el abismo era tal que el mar sólo se intuía. A lo lejos, culminando una escalinata, un trono blanco, desprovisto de adornos. Gárgolas sin ojos nos sobrevolaban, acariciando las cabezas con sus uñas de pizarra. "No temáis", susurraban en varios idiomas, "Es el Juicio Final". Dos de ellas pasaron portando al Entumido. "Lo que le faltaba", pensé. Nació contrahecho y creció avergonzado. Desde crío fue blanco permanente de nuestras burlas. “Nunca supo defenderse, el infeliz. Le está bien empleado”. Lo posaron sobre el trono, cuyo respaldo se alzaba hasta perderse entre nubes anaranjadas. Levantó una mano y las gárgolas acudieron. Sonrió.
Un relato que viene que ni pintado para este tiempo de carnavales en el que los burlados se convierten en reyes por un día... O eso dicen, aunque a mí me da que algunos le cogen el gustillo.
ResponderEliminarCurioso relato, los personajes clásicos de carnaval dan mucha tela que cortar. En la tierra de los ciegos, el tuerto es rey. ¡saludos!
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ResponderEliminarEl día del Juicio Final reinarán los imperfectos y los guapos que no supieron valorar su condición quedarán moralmente tullidos. Es justo, y una pena que haya que esperar tanto. Me ha gustado la idea y la forma que le has dado. Un saludo. Blanca G.L.
ResponderEliminarBueno, ya se sabe que los últimos serán los primeros. Lo que no se sabe es si habrá tronos para todos.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho, sobre todo el estilo, económico (a la fuerza ahorcan) y funcional. Sofisticado, amigo zorro.
J. P. Lázaro.
¿Qué le pasa al Peri?
En el día del Juicio Final, Peri Lope acudía a comer a casa de su hijo Alonso, como todos los domingos. El fogonazo le sorprendió mientras adelantaba a un camión en la nacional. Tampoco sintió dolor. Se descubrió flotando en un mar de hojas de papel manuscritas, del color del vino tinto. Flotaba sin esfuerzo. Miró a su alrededor, buscando a su mujer. Varias cabezas, aturdidas y dispersas, asomaban entre las olas. No reconoció a nadie. Caminó sin hacer pie, ayudándose de las manos para separar las hojas húmedas. "Debe estar cerca, hombre, viajábamos juntos", se tranquilizaba. 'Unamuno' leyó de pasada en un folio que se hundía. Gritó el nombre de su mujer. Unas letras de Dostoyevski emergieron como burbujas. No tuvo respuesta a sus gritos. La portada de 'El ruiseñor y la rosa' le salpicó en el brazo. Mientras se despegaba los jirones del cuento de Wilde, vio pasar a su lado un texto firmado por Juan Rulfo. Rescató la cuartilla y leyó con dificultad la letra del mejicano. No se lo creía: era un texto original de 'Nos han dado la tierra'. Eso era un tesoro, aun en aquellas circunstancias. Sin soltarlo, buscó más páginas del cuaderno entre esa mermelada de uva negra aliñada con cabezas aturdidas. Añadió a su mano guardiana una sección de 'El Aleph', una servilleta con un párrafo en francés firmado por Flaubert y un pergamino con el sexto capítulo de 'El Quijote'. Fascinado por ese mar de escrituras sagradas, sumergió la cabeza y comenzó a bucear con los ojos abiertos. Una barca con dos remeros se aproximaba. "Buscamos a Peri, lo siento", repetían a los brazos que, como lanzas, les pedían ser rescatados.
ResponderEliminarPetrarca, Maya, ni había pensado en los carnavales, pero es buena asociación. Más bien, como dice Blanca, en esa justicia que parece tan lejana.
Algún día me explicarás qué implica eso de "sofisticado", JP.
Gracias a todos por vuestros comentarios.
Doscientas cincuenta palabras, aproximadamente, Zorro. Comprenderás que no publique esta original versión del Juicio Final que, por momentos, bien podría ser el regreso al paraíso. Gracias por el detalle. Es estupendo que los relatistas os animéis a improvisar literatadas.
ResponderEliminarPor cierto, me da que ser sofisticado implica precisión. Como si lograras contar SÓLO aquello que deseas contar. No parece mala cosa, ¿no? Que te lo explique el librero.
Mira, ni me he molestado en contar las palabras. Era un comentario, zona de libre albedrío.
ResponderEliminarGracias por la explicación al epíteto. Pensé que llevaba puesto algo de cuero.
Por cierto, observo que en todos los comentarios a los relatos se desprende energía positiva, lo que me parece fetén, pero es algo sospechoso. Propongo que abras una modalidad de relato en la que el autor esté de acuerdo en que su historia, o parte de ella, se reescriba como al lector le hubiera encajado más, o le hubiera gustado más, o con el final que hubiera preferido haber leído. Sería una forma constructiva de enriquecer el relato inicial con nuevas perspectivas. Es una idea. Acabo de ver "Rashomon", no preguntes de dónde viene.
Un abrazo