por Chema Rodríguez.
Zánatos se retorcía con ostensibles gestos de dolor sobre un charco de sangre. Varios desconocidos le habían propinado cuchilladas, mortales de necesidad, frente al número 13 del callejón Bios, a los pocos segundos, expiró.
A la capilla ardiente acudió una auténtica multitud de personas en nombre propio, y representantes de diversas instituciones. En los rostros de todos ellos aparecía perfilado un extraño rictus, muy semejante a una sonrisa. No sabrían explicar porqué se sentían extrañamente complacidos al observar que, dentro del féretro, tan sólo había una capa negra con capucha y una desafilada guadaña.
Matar a la Parca, eterna ambición de más de uno, interesante relato :-)
ResponderEliminarun saludo
A saber cuál sería la respuesta de las empresas vinculadas con el asesinado. Temo a las tabacaleras y a los funerarios.
ResponderEliminarMatar a la muerte, ¿eh? Voy a pensarlo un rato...
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